viernes, 14 de mayo de 2010

maternidad frente al bicentenario

Madres en la Argentina: ¿Qué cambió en el umbral del Bicentenario?


Por Carina Culpina y Gisell Cogliandro



En los últimos veinte años se han acelerado y profundizado cambios en la significación y vivencias de la maternidad que acompañan procesos históricos y sociales más largos y abarcativos. Esta nueva configuración impone retos a las agendas y políticas (legislaciones y programas) públicas y privadas del Bicentenario.



1. La maternidad vulnerada

Existe una maternidad vulnerada en la Argentina del Bicentenario, ya que un tercio de madres se encuentran en situación de pobreza, cinco de cada diez tienen bajos niveles educativos (no completaron el secundario), e incluso más de trescientas mueren al año por falta de acciones de prevención y control, y una adecuada atención en el embarazo y el parto.

• Entre las madres, los niveles de pobreza e indigencia crecieron de 24,8% a 39,9%, y 7,4% a 14,8%, respectivamente, entre principios de los 90 (1991-1994) y mediados de 2000 (2003-2006). Como consecuencia, en la actualidad el 28,6% es pobre y el 9,1% indigente, y conforman un conjunto de alta vulnerabilidad incluso entre las mujeres.

Basta mencionar que las madres tienen en promedio prácticamente cuatro veces más probabilidad de padecer pobreza que las mujeres que no tienen hijos.

• Respecto a su nivel educativo, en las dos últimas décadas mejoró como resultado de la dinámica en los extremos de la pirámide educativa: hoy una proporción menor de madres tiene el ciclo primario incompleto de estudios y son más las que toman parte en estudios terciarios y universitarios. Sin embargo, existe un desafío pendiente importante ya que el 48,7% de las madres no terminó el nivel secundario de estudios pese a que es obligatorio en nuestro país. Adicionalmente, se encuentran en desventaja en relación con a las mujeres sin descendencia para continuar sus estudios: por cada madre que ingresa o finaliza los estudios superiores, tres mujeres sin hijos lo hace.

• Acerca del estado sanitario, si bien la tasa de mortalidad materna disminuyó en las dos últimas décadas y media (de 7,0 defunciones por 10.000 nacidos vivos en 1980 a 4,4 en 2007), en el presente 334 mujeres mueren al año por causas vinculadas a su maternidad. En el 50% de los casos, las muertes son injustificadas, es decir, son reductibles mediante acciones de prevención y control, y una adecuada atención en el embarazo y el parto.

2. Las brechas sociales de la maternidad

En los últimos veinte años se profundizó la brecha en la vivencia de la maternidad -edad a la que las mujeres tienen hijos y cantidad de hijos que procrean- según la situación socioeconómica y, en especial, el nivel educativo de las mujeres.

• La edad promedio de las madres primerizas o recientes se pospuso un año en los últimos veinte años, pasó de 27 años en 1984 a 28,1 años en 20062. Pero, este promedio esconde profundas diferencias según el nivel socioeconómico y educativo de las mujeres, las que han ido aumentando en el tiempo. Mientras que las mujeres que logran finalizar la universidad son madres a los 27,2 años, las que terminaron el secundario lo hacen cuatro años antes (a los 23,3 años), y las que solo completaron el primario seis años antes (a los 21,3 años).

• En lo referido a la fecundidad, las madres de menores recursos económicos tienen en promedio dos hijos más que las no pobres. Además, esta brecha se profundizó en los últimos veinte años: mientras las madres indigentes incrementaron casi en uno el número promedio de hijos que tienen (de 3 hijos en 1988 a 3,7 en 2006), las madres no pobres lo redujeron en proporción similar: pasaron de tener 2,9 hijos a 2 hijos.

3. Mujeres, madres y trabajadoras

La mayoría de las mujeres en edad fértil son madres y tienen un trabajo extradoméstico, aunque a causa de su maternidad muchas de ellas sufren desventajas en comparación con las mujeres sin hijos en el ámbito productivo. Asimismo, si bien con sus ingresos aportan a la par de sus cónyuges al sostenimiento económico de sus hogares, e incluso sus aportes constituyen

el ingreso principal en momentos de crisis o en las familias vulnerables, estos son insuficientes para revertir la situación de pobreza en la que vive un tercio de ellas.

• Seis de cada diez mujeres entre 14 y 49 años de edad son madres en la Argentina, y el 61,2% de ellas participan del mercado laboral, ya se porque trabajan (el 55,7%), o porque están desocupadas (5,5%). Por tanto, actualmente la mayoría de las mujeres en edad fértil son madres y tienen o pretenden tener un trabajo extradoméstico remunerado.

• En el ámbito productivo, la concurrencia de las madres aumentó de manera significativa en la Argentina durante los últimos veinte años: de 37,7% entre 1984-1987 a 62,8% entre 2003-2006.

• No obstante, se profundizaron las diferencias en las trayectorias laborales en perjuicio de las madres en situación de pobreza, con menores años de educación formal, y mayor cantidad de hijos. Así, las madres no pobres aumentaron más su participación que las pobres (en 17,5 y 7,4 puntos porcentuales, respectivamente, entre 1998 y 2006), mientras que el desarrollo laboral es diferente según el máximo nivel de estudios alcanzado por ellas: entre las que tienen estudios superiores completos la participación laboral es alta y constante, mientras que, entre las que tienen menos de doce años de estudios, la participación crece de forma escalonada, con incorporaciones masivas en los períodos de crisis. A su vez, entre aquellas que completaron el secundario pero no ingresan a la universidad la participación es irregular, porque ingresan al mercado de trabajo en momentos de necesidad para luego retirarse en épocas de crecimiento o estabilidad económica.

Esto puede indicar que mientras las madres universitarias trabajan para desarrollarse profesionalmente, las con nivel secundario completo lo hacen por necesidad y se retiran en momentos de bonanza, mientras que las de menores niveles educativos trabajan cada vez más porque son las principales aportantes de ingresos a sus hogares.

• Respecto a las madres más prolíficas, a pesar de que en los últimos veinte años su participación laboral creció más que entre las con menos hijos (la participación de las madres con más de cuatro hijos aumentó un 72,9% contra el 20,9% entre las que tienen menos de dos hijos), esta aún es menor: en el período más reciente (2003-2006) toma parte laboralmente el 65,7% de las madres con menos de dos hijos, el 59,6% de las que tienen entre tres y cuatro, y el 51,8% entre las que tienen más de cuatro hijos.

• En cuanto al nivel de remuneraciones, las madres que trabajan de forma remunerada fuera de sus hogares aportan prácticamente la mitad del ingreso total del hogar (ITH) (47,6%), e incluso se constituyeron en las principales responsables del sostén económico de sus familias en la crisis de 2002 (aportaron en promedio el 55,1% del ITH).

• Pese a que las madres más pobres, las indigentes, son el principal sostén económico de sus familias ya que aportan hasta el 72,5% del ITH, sus ingresos representan apenas una quinta parte del que generan las madres no pobres ($ 218 vs. $1.112, respectivamente).

La causa de esta diferencia es la mayor inserción de las primeras en trabajos más

precarios y que requieren menor calificación que las segundas, mientras que la

consecuencia de los ingresos escasos es la imposibilidad de superar las condiciones de pobreza de sus hogares.

4. Los cambios en el contexto familiar

La maternidad se produce en un contexto familiar dinámico, heterogéneo y más complejo que un cuarto de siglo atrás. Así lo demuestra tanto el aumento de la consensualidad y disolución del vínculo conyugal, de las familias monoparentales, de los hogares con dos proveedores o con jefatura femenina, como la disminución del tamaño de los hogares multipersonales. Tales realidades, sumadas al replanteo sobre el rol de los géneros, ponen de manifiesto la necesidad de modificar el ejercicio de las funciones maternas y paternas desarrolladas hasta el presente.

• En lo que atañe a la conyugalidad, se verifica un incremento de probabilidades de que la maternidad se produzca en vínculos menos formales o inexistentes. Así, de cada diez madres, cinco están casadas, tres conviven en vínculos informales, y dos están solas (son solteras, separadas o divorciadas), a diferencia de veinte años atrás donde ocho de cada diez madres estaban casadas, una unida y otra separada, divorciada o sola.

• Por otra parte, la morfología de las familias ha cambiado significativamente pues hay un crecimiento de: a) los hogares monoparentales (en una de cada cinco familias se registra hoy la ausencia de uno de los cónyuges, generalmente el varón), b) las familias con jefatura femenina (el 27% de los hogares del país estaban a cargo de mujeres en 2001), y c) los hogares con dos proveedores (pasaron del 25,5% al 46,3% entre 1980 y 2001 en el Área Metropolitana de Buenos Aires).

• Esa casi revolución en la estructura de los hogares implica modificaciones en la

significación, dinámica y roles de sus miembros. Hoy la mayoría de las madres tienen un trabajo extradoméstico pero continúan siendo las principales responsables de las tareas del hogar y de cuidado, lo cual acarrea tensiones al interior de los hogares: doble jornada de trabajo entre las mujeres, limitaciones para su desarrollo laboral o profesional, presión sobre los hombres para que asuman una paternidad más comprometida, entre otras.

• Todo ello, en un contexto de resignificación social de la maternidad y la paternidad y del ejercicio de las funciones maternas y paternas. En la actualidad, la maternidad dejó de ser concebida como un hecho natural y biológico que le otorga identidad femenina a la mujer para convertirse en una experiencia elegida u opcional y condicionada por pautas sociales, culturales y económicas de la sociedad en la cual se produce. Entre otras cosas, esto significa que el proyecto de vida de las mujeres ya no está centrado solamente en ser madre sino que su educación, profesión y desarrollo personal adquieren otra importancia.

Por su parte, la imagen del buen padre también se modificó. Al menos desde los

discursos, hoy se valora más la afectividad y la participación comprometida del varón con el crecimiento y desarrollo de los hijos, que con la autoridad y la provisión económica del hogar.

• Aunque en el presente los cambios en los roles y prácticas de los géneros no se han producido, o al menos no a la velocidad esperada ni de forma homogénea en los distintos sectores sociales, hombres y mujeres son más conscientes de la necesidad de redefinir el contrato social que sostiene la clásica división sexual del trabajo, que coloca al varón como trabajador y a la mujer como única responsable de las tareas del hogar y de cuidado.

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