lunes, 6 de septiembre de 2010

Y QUEMARON LOS LIBROS

"Allí donde se comienza quemando libros, se termina quemando hombres"


(Heinrich Heine).

En los aciagos días de la dictadura el destino final de muchos libros prohibidos era, entonces, arder en un pozo, en una hoguera común. Por orden de un juez de la dictadura fueron retirados del depósito del Centro Editor de América Latina, un millón y medio de libros que fueron quemados en un baldío de Sarandi. Cuentan que los libros ardieron durante casi 3 días, al mejor estilo de la obra Fahrenheit 451 cumpliendo la policía bonaerense la tarea que en la obra inolvidable de Ray Bradbury cumplían los bomberos.



El genial Bradbury dijo que no será necesaria la eficiencia del Jefe de bomberos Beattys y su kerosén si el mundo empieza a llenarse de gente que no lee, que no aprende, que no sabe.

La deserción escolar y otros flagelos que de ella se derivan hacen estragos en nuestra sociedad. Coincide con fenómenos de pobreza, de exclusión y de escasa capacidad de las escuelas para contener a los chicos. Según datos de UNICEF en los últimos años han quedado fuera del sistema educativo de nuestro país medio millón de adolescentes entre los 12 y los 17 años.

Todos los niños de seis años quizás están en las aulas pero los índices de abandono en la escuela media son alarmantes, más de 900 mil estudiantes repitieron una o dos veces y según las últimas estadísticas, sólo un tercio de los jóvenes está en el último año del secundario, de aquellos que ingresaron.

Un triste RECUERDO, el de las llamas que destruyeron desde el Principito hasta alguna obra de Griselda Gambaro, o Enrique Medina en Sarandi y un llamado de atención a quienes nos gobiernan de que no hace falta la bonaerense o los bomberos de Bradbury para provocar un genocidio cultural y hasta social, basta con seguir asi.

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