miércoles, 22 de febrero de 2012

VIOLENCIA DE GENERO - DONDE PEDIR AYUDA

En la ciudad de Buenos Aires:




- Línea 137. Brigada Móvil de Atención a Víctimas de Violencia Familiar, del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación.



- 0800-6668537 (Gobierno de la Ciudad).



- Oficina de Violencia Doméstica de la Corte Suprema. Lavalle 1250



- Asociación Civil La Casa del Encuentro. Av. Rivadavia 3917. 4982-2550 / 15-59384357.



- Lugar de Mujer. 4961-8081.



- Dignas de Ser. 4431-7315. En la provincia de Buenos Aires: Línea 911.



- Fundación Propuesta (Remedios de Escalada): 4241-9065

miércoles, 1 de febrero de 2012

El HOLOCAUSTO y Pagina/12 El humor perverso del prejuicio Por Santiago Kovadloff

Quienes cultivan el empeño en negar la Shoá suelen ser los mismos que no vacilarían en volver a propiciarla. Abundan los ejemplos al respecto. Y Mahmoud Ahmadinejad es sólo uno de los más recientes.
Tienen los negacionistas, cuando pretenden desmentir la índole de la muerte sembrada por los nazis entre los judíos, un elemento esencial a su favor: lo que tuvo lugar –la Shoá– fue algo verdadero pero no por eso verosímil.
La inmolación de seis millones de personas mediante un procedimiento fabril altamente sofisticado como fue el de las cámaras de gas y la ulterior industrialización de sus despojos, no cabe en la cabeza de nadie y en eso consiste el considerable capital con que cuentan los entusiastas del exterminio de los judíos. No siempre lo real es concebible y en este caso, no lo es.
Precisamente, lo que la realidad propone como algo inelaborable para el entendimiento normal puede transformarse rápidamente en falso, a fuerza de resultar inimaginable y, más profundamente aún, en inaceptable. La judeofobia ulterior al nacionalsocialismo alemán explota con habilidad esa resistencia a admitir como cierto lo siniestro. Y de esa resistencia sabe extraer nuevas oportunidades para diseminar su antiquísimo desprecio.
Ya se sabe hasta dónde el malhumor, es decir ese humor que asienta su prosperidad en la subestimación del prójimo y en la caricatura brutal de sus rasgos y valores distintivos, contribuyó a afianzar el odio hacia los judíos, por lo menos desde la Edad Media hasta el presente. Y del presente, justamente, forma parte este nuevo aporte que al amplio patrimonio antijudío realiza Gustavo Sala.
Nadie, en su sano juicio, puede asentar su sentido del humor en el tratamiento criminal que recibieron en los campos las víctimas del nazismo. Pasar por sobre el valor sagrado que debe revestir su memoria implica darle la espalda a una de las expresiones más radicales, si no la más radical, del ultraje del hombre por el hombre. El hecho es impúdico. El hecho es humillante. El hecho es incalificable. Mucho más en un país como el nuestro donde los mal llamados desaparecidos suman miles junto a las víctimas del terrorismo que se quiso revolucionario.
Es sorprendente, por no decir aterrador, que un periódico como Página/12 que se dice comprometido con el sostenimiento de la lucha por los derechos humanos, le franquee su puerta a una propuesta vergonzosa como lo es la historieta de Gustavo Sala.
Hay errores que no lo son. Hay errores que no pueden ser propuestos como errores. Son transgresiones. Son violaciones. Son actos de irresponsabilidad injustificables. No hay inocencia en quienes autorizan su difusión como no la hay tampoco en quienes orientan su creatividad del modo nefasto en que lo hizo, en este caso, Gustavo Sala.
Yo no conozco a Gustavo Sala. Pero lo menos que puedo decir de él, tratando de atenuar al máximo su responsabilidad, es que es un ignorante. 
No puedo, en cambio, admitir que esa ignorancia sea compartida por la dirección de Página/12, un periódico que –más allá de las disidencias que con él se tengan en el orden político, como en mi caso, o las coincidencias que promueva, en ese mismo orden, como es el caso de tantos y tantos de sus lectores más entusiastas– se permite proceder como lo haría cualquier pasquín antisemita. Mucho menos cuando se sabe que algunas de sus firmas fundamentales son judías.
Bueno sería que Página/12 realizara una autocrítica profunda sobre su complicidad con Gustavo Sala. No basta con pedir perdón si antes no se despliegan explícita y autocríticamente las razones que se tienen para hacerlo.
El prejuicio sabe sobrevivir a todas las denuncias que de él se hagan. Cambia de forma. Cambia de enunciación. Se enmascara en nuevas “razones”. Nadie lo derrotará nunca definitivamente. Pero es imprescindible vivir combatiéndolo.



*Ensayista y poeta.